Era una tarde fría, muy fría pero iba bien abrigada. Busqué mi banco, que casi siempre estaba vacío, me senté y me adentré en mi soledad y pensamientos hasta que, de pronto, una figura se acercó a mí y se sentó en el otro extremo del banco, suspiró y se quedó callado. Transcurrió un largo rato hasta que el caballero se dirigió a mi pre...
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