Temblorosa y a la vez repleta de un cúmulo sin fin de emociones contenidas, pulsé el timbre del "porterillo" electrónico. Nunca me imaginé que volvería a entrar por aquella pesada puerta que se cerró tras de mi, y entonces creí que para siempre, en aquel año 2002 cuando tuve que cesar en mi puesto de trabajo, en aquell...
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